lunes, 7 de noviembre de 2016

Conversaciones de interior, más allá del tiempo y del espacio, con Francis Bacon (I)


Tras muchas imposibilidades, por fin, un barco varado y reluciente como el sol entra por la ría del Nervión, encallándose durante un tiempo donde agazapado nos dejarán contemplar su interior.




A muchos km del Cantábrico, en la costa mediterránea, un dispositivo circular inmoviliza una cabeza para adormecer con su anestesia dos puntos en la frente y dos en el occipital, adonde posteriormente sujetaron unos tornillos de diseño especial.



Francis Bacon.- Sorteando pasadizos laberínticos y surcando la gran araña, la “Mamma” de Louise Bourgeoise y los tulipanes de Koons, se abre un volcán de sentimientos, de sensaciones. ¿Es un error u horror? Son despojos, reflejos humanos, carne a dentelladas?
“En mis manos levanto una tormenta
De piedras, rayos y hachas estridentes
Sedienta de catástrofe y hambrienta” 
(Miguel Hernández: “Elegía a Ramón Sijé”)
Carmen.- La delicada materia del cerebro de la que brotan todos los pensamientos no puede quedar dañada para siempre: ¡No! Francis, Francis Bacon, Dime que tú salvabas esa parte del cuerpo dentro de tu destrucción interior!! 
Y desde esa habitación del hospital hasta la sala 203 del Guggenheim (perfilada por el puente de la Salve) se desliza el flujo de una conversación que parece detener el tiempo y silenciar el ruido ensordecedor de todo lo que no se dice.
C.- Mientras que tú estás rodeado de tus demonios, todos esos pintores españoles o franceses que te hicieron bajar y subir a los infiernos, yo estoy sometida a una radiocirugía quirúrgica y estereotáctica que me irradiará con altas dosis los tumores cerebrales. Dicen que trata de aplicar tecnologías avanzadas que evitan afectar al tejido sano circundante, determinando milimétricamente las coordenadas exactas del objetivo en cuestión. ¿Te suena algo de esto? Ya ves, yo siempre a la “vanguardia”.

Y en medio de este duermevela siento la lucha titánica que ambos llevamos a cabo, la lucha entre Eros y Tánatos porque buscamos desesperadamente impedir que el tiempo y el olvido nos arrebaten todo eso que tanto hemos querido. 

FB.- A mí ya no me queda nada, tuve amores, unos me maltrataron, otros me ultrajaron, me convirtieron en miseria humana con infinita violencia. Mis trípticos tienen influencia de la pintura cristiana pero en ellos no hay santos ya que son sustituidos por seres monstruosos. 
Mi padre me echó de casa con 16 años porque me vio que llevaba ropa de mi madre y no podía consentir tener un hijo homosexual. Mi madre le suplicó y se desmoronó ante él, porque….. 
“No hay un día en que no se eche de menos a una madre” 
A la derecha recuerdo al Cristo contorsionado de Cimabue del XIII, doblegado como yo. 
 Solo, el último amor, el español José Carpelo Blanco, me respetó y protegió, era un señor al que le robaron los cuadros en nuestra casa y discretamente sigue viviendo en mi ausencia. 
Por robar, le robaron hasta el anonimato. ¿Te acuerdas en junio de este año? 
C.-Sí, ¡cómo no!! Te he seguido tantas veces en lo poco que he podido contemplar de ti.. 
Aunque también viviste mucho, en España, eras un enamorado de la movida madrileña y aunque te horrorizaban los curas y las monjas, nunca entendí por qué te compraste una casa en la madrileña Plaza de la Encarnación. Ay, me da una risa…!! 
FB.- Ya sabes que he pasado a la historia por mi obra, pero sobre todo por mis excesos, mis escándalos. Al principio fui criticado, rechazado…

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