sábado, 19 de noviembre de 2016

A Rodrigo, en su primer cumpleaños como padre

Era una mañana aterciopelada de promesas, los montes anaranjaban arrebollonados entre los verdes brines, despistándose como jugando al escondite con los buscadores de estos tesoros. Y el papá era uno de ellos.
Tú y yo nos quedamos calentitos en casa.
Pero a ti este mundillo vegetal y salvaje también te llamaba y decidiste que querías nacer ya.
La comadrona del pueblo nos comunicó que sí, que era el momento, pero nosotros, inconscientes y primerizos padres, decidimos celebrarlo con una espléndida comida.
¡Craso error! ¿Y si acaso luego hay que intervenir…?
Al acabar, los tres, tan contentos marchamos al hospital de Teruel donde nos esperaba la familia.
Y a las ocho de la tarde, apareciste. Tus lloros enérgicos, ya auguraban que algo de chicarrón de Bilbao tenías.
¡Qué cosa tan bonita! ¡Qué alegría!
A la vez qué miedo, qué responsabilidad.
¿Sabremos? ¡Pero cómo se puede dar vida a otra vida! ¡Nunca terminaré de entender este milagro!
“¡Rosas y jazmines sobre la cuna del recién nacido!”

(Fragmento de un poema árabe S. XIII)

Mientras tanto las torres mudéjares destacaban erguidas entre los tejados del caserío turolense antiguo, conformando el maravilloso casco histórico de la ciudad de los Amantes.
Y este día, el 18 de noviembre se nos matriculó en nuestra casa de Monreal del Campo un “parvulito” y ya… para siempre.
Los ancestros de nuestro “Teruelico”, comunidad tolerante de las tres culturas cantaban bajo la batuta del rumor del viento:
“Que siempre arríes tus más altas velas

navegando entre granados y almizcle,
mirando hacia los confines más lejanos,
donde la brisa fresca huele a eterna primavera”.
(Poema árabe s. XI)

Y, en las crónicas de la época, en la revista del colegio monrealero “ADIÓS”, el alumnado escribió:
“Mari Carmen,
ha tenido un niño,
le ama con cariño
y se llama Rodrigo”
Y allí vivimos disfrutando de la vida en contacto con la Naturaleza, como si fuera una continua granja-escuela actual: caracoles, grillos, rebollones, renacuajos en los Ojos, marchas por el monte, hogueras de San Antón, San Isidro labrador… que junto a la complicidad de los vecinos de la calle Escuelas, conformábamos una familia navegando en la misma dirección y confluyendo en anhelos y energías.
De una casa de cuatro paredes hicimos un hogar, y ese fue el nuestro durante muchos años junto a Elena que nació tres años más tarde.
¡¡Allí experimentamos la maravilla de vivir en un pueblo. Formábamos un buen equipo y disfrutábamos tanto!!
Y tanto fue así que todos los primos se querían venir, pues para los urbanitas esto era lo más parecido a la aventura en otras galaxias.
Y ahora, Rodrigo, que tú ya eres padre, tu primer cumpleaños como papá, cuando a través de estos medios tecnológicos nos haces llegar las imágenes con Tristán, vivenciamos al unísono contigo tus quereres. Es como si en un proceso de alquimia tú estuvieras ahora sintiendo lo mismo, que nosotros en su momento hacia ti.
En tu mirada buscábamos nuestra infancia y sus sueños. En la profundidad de tus ojos deseábamos bucear para encontrarte, allí donde también encontrarás a tu hijo.
Volvimos a aprender, a descubrir la vida de nuevo con tu aprendizaje, como tú haces ahora con tu retoño y cada momento es más bonito. Hay momentos en que parece que con los dedos puedes alcanzar la Vía Láctea de felicidad etérea, de esa que nunca se puede acabar.
Cuando te veo jugando con tu hijo o mirándole con esa cara de asombro arrobador, pienso en cuando nos cogías por el cuello y te quedabas reclinado. En aquel momento era como si el cielo bajase a nosotros y toda la ternura del mundo se concentrase en un abrazo.
El abrazo que tú también sientes ahora cada día.
Los hijos, tú para nosotros y Tristán para Amalia y para ti, sois,
como una brisa fresca en la monotonía vital,
como un rayo de luz que lo ilumina todo,
como una fuerza arrolladora que nos anima a bregar
cuando pensamos que nos faltan fuerzas para proseguir.
Sí, ya sé que los padres somos muy pesados en ocasiones, pero ahora entenderás poco a poco situaciones que en su momento te resultaron absurdas e inexplicables.
Pero es que se quiere tanto a los hijos que…incluso igual hasta nos pasamos…..
Y aunque a veces da la sensación de que transitamos por mundos imaginarios, lo que queremos es dejaros todo lo bueno que hemos aprendido de este mundo:
Otra equivocación en parte, porque vosotros también queréis experimentar en vuestra propia piel.
Aunque no queremos dejaros cien cosechas de trigo en herencia, sino semillas, manos fuertes e ilusión para hacer vuestra propia siembra. Y sobre todo alas, alas fuertes para que salgáis en busca de vuestra libertad y seáis felices.
Ha habido momentos duros de salud y de desgarros por tener que iros fuera a seguir estudiando –Teruel es así- pero a la vez estábamos contentos porque el objetivo se iba cumpliendo, íbamos por el buen camino.
Así queremos que te sientas con tu hijo, pleno, feliz, iluminado por ese milagro de la vida, por esos ojos que te miran que son tuyos y suyos, por esas caricias, por esos mimos y arrebujos
Un hijo es lo más maravilloso que te puede ocurrir en la vida.
Y siempre, pero hoy más que nunca, te digo: disfruta cada momento, cada décima de segundo, no te pierdas nada, síguele, guarda todo en el álbum de tu memoria infinita, esa que nos alimenta cuando el tiempo se detiene y parece que el futuro ya no existe. Ese mundo interior que siempre tendrás dentro de ti compartido con Amalia y con Tristán.
Hoy brilla el sol y con más fuerza si cabe porque tu chiquitín existe y tú estás hoy con nosotros.
Hoy los vientos y las nubes cruzando el Atlántico te han traído desde Boston para celebrar tu cumpleaños.
Felicidades, Rodrigo, eres inteligente, siempre lo has sido, pero sobre todo eres una gran persona, un estupendo hijo, maravilloso padre y compañero ideal.
Siempre estaremos allá donde nos necesites. Un beso.

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