viernes, 24 de marzo de 2017

Las mujeres también tejen la historia con hilos de color violeta IV

CRUZANDO EL VIADUCTO
Una gran fotógrafa, además de maga de la ilusión y hechicera de la luz: Mª Ángeles Pérez, ha sabido ir descubriéndonos la ciudad de Teruel, sus pequeños recovecos, sus intimidades, para que aprendamos a quererlos y a sentirlos como nuestros. ¿Quién había valorado los huertos de debajo del Viaducto? Y de repente, un día, nos percatamos de sus colores, de sus formas rectangulares donde los senderos se cruzan jugando a infinitas cadenetas.
Sí los habíamos visto, sobre todo los que hemos vivido siempre aquí pero no sé si los habíamos tenido en cuenta. Y ella nos los mostró como las raíces que nos unían a nuestros ancestros y que no podíamos arrancar.
Formaba parte de una exposición colectiva, RARUM, que se había planteado entre ese grupo incipiente de artistas que despertaban buscando un referente creativo para dar su visión estética sobre los objetos y elementos que se encontraban alrededor. Grupo que todavía sigue en la brecha y que todos sabemos de él a través de sus exposiciones y su derroche emocional.
El último trabajo fotográfico y personal, de una de las integrantes del grupo, Mª Ángeles Pérez, es este: “Cruzando el Viaducto”.
La autora ha elevado el Viaducto a la categoría suprema en una ciudad chiquitica pero con un monumento arqueado sobre el cual podemos pisar, saltar, andar, pararnos, charlar, contemplar los azules y rojos de los atardeceré, que siempre poseen un encanto especial en este punto ya que desde el gran puente dominamos ambos lados: el este por donde sale el sol con el elegante edificio del antiguo asilo de ancianos de San José y el oeste donde se acuesta a dormir
Era agradable, mientras que forjó el proyecto, comenzar su andadura, ver ya a Mª Ángeles con su cámara y su sonrisa cálida y auténtica, esperándote, no solo para realizar las fotos, sino para que fueras capaz de materializar en palabras lo que esos grandes arcos han simbolizado para ti a lo largo de los años. Hay que decir que Mª Ángeles es una persona directa, asertiva y que sabe lo que tiene que platicar con cada uno, o tan solo escuchar.
Para muchos el Viaducto ha estado asociado a la niñez, a la adolescencia… pero también a la edad adulta o la vejez. Os acercáis y allí veréis cuántas personas mayores se sientan en los bancos frente a la fuente Torán, dejando transcurrir el tiempo y a la vez contemplando al personal que va de un lado a otro. Mi padre era uno de ellos y cuando estaba con él, yo me encontraba muy bien en este espacio, sintiendo una gran relajación física y mental.
También siempre ha sido, y es, un lugar de encuentro y de quedadas con los amigos, sobre todo en las Vaquillas.
Me ha sorprendido que los protagonistas del libro de Mª Ángeles recordaban cuando en ese cosmos del Viaducto coexistían dos vías, ida y vuelta, donde nos jugábamos nuestra integridad al caminar a la par camiones, coches, personas varias, pero sobre todo estudiantes en las horas punta de entrada y salidas de clase.
En mi caso procuraba pasarlo siempre en compañía de mis amigas porque si miraba a la acera contraria y me cruzaba con los ojos de algún chico del colegio General Pizarro, la cara se me arrebolaba cual una amapola y un sudor frío me acometía aunque estuviéramos bajo cero.
Al igual que me ha chocado, que la mayoría del personal circule aún hoy por su derecha como entonces, como si tuviéramos todavía en la retina y en el alma las imágenes del pasado donde el centro era peligroso.
El Viaducto con su niebla matutina, el sol radiante o al anochecer, es como una travesía llena de aventuras en la que te puedes encontrar con la gente más diversa y si no tienes prisa, puedes pararte y disfrutar del momento, porque ni un instante hay que perderse mientras se pueda.
Si en un principio Teruel se situaba en una muela rodeada por el cielo, conforme se iba construyendo en los años veinte del siglo pasado (nuestro puente se inauguró en 1929), iba desapareciendo y perdiéndose el dilatado horizonte del Ensanche. Menos mal que desde aquí, desde la ciudad y, como me decía una amiga, siempre se podrá otear el horizonte, así como soñar inventándose mares, cielos, murallas de adobe, desiertos y paraísos de arena azul.
Qué difícil es hablar de Mª Ángeles. Es una mujer poliédrica, para la cual no hay muros que paren sus sueños aunque se transformen en acantilados de perfil dentado; ella es capaz de buscar ese punto donde las dunas se detienen a contemplar las olas marinas y materializar sus ensoñaciones en realidades mediante la fotografía. Mundo mágico que posteriormente nos expondrá embriagándonos en su persistente reto y que a nadie deja indiferente, porque sus materiales son, cual los de una alquimista: fuego, lava y luz.
Nos va haciendo a lo largo de su trayectoria artística, como una ruta guiada para que descubramos la esencia de su obra, como “La creciente conciencia de la Naturaleza”, “Supongamos que es primavera”, “Paisajes de interior” o “Interior bosque”.
Este creo que fue en el torreón estrellado de Ambeles y conforme ibas subiendo escaleras, el viaje a lo misterioso seguía aumentando, sintiéndote que estabas dentro de un árbol inmenso desde donde se podía vislumbrar todas las selvas, bosques tropicales y húmedos del planeta, o tú eras capaz de salir y viajar disfrutando con la independencia que te dan tus alas, exhorta mi amiga, de ese extravagante y utópico pulular.
Dicen que si amas lo que haces, ni los lunes más sombríos te quitan la sonrisa y esa es Mª Ángeles. Es capaz de conseguir que a través de unas piedras u objetos cotidianos, transmitir luz, color, resplandor, ver los objetos desde otro prisma óptico y dar mil matices al universo más gris.
Pero lo que más me ha gustado de ella es que ha dado visibilidad a muchas mujeres, les ha concedido voz, figura e identidad, no porque no la tuvieran, sino porque son mujeres que podíamos pasar desapercibidas, anónimas.
Una de estas exposiciones se llamaba “Mu¡eres” y se llevó a cabo en la muralla de Teruel con un claro y sencillo perfil interactivo. Mientras se iba componiendo el proyecto ella y Remedios Clérigues nos daban tiras de tela de colores diversos con las que teníamos que expresar lo que quisiéramos. Al principio era difícil, pero después nos dimos cuenta de que éramos capaces de sacar algo desde dentro de nosotras para hacer un juego entre nuestro cuerpo y esas telas de gamas infinitas. Para nosotras fue como buscar una estrella, esa que lleva nuestro nombre para que nos arropara con su aliento estético.
La última vez que te vi desde mi retiro mediterráneo fue en la iglesia de San Pedro durante la representación de la ópera de Los Amantes de Teruel haciendo fotos junto a tu gran amiga Reme que nos hizo sentir como que miles de soles bajaban desde el cielo gótico estrellado hasta nosotros, enlazándonos entre los arcos ojivales y los emblemas heráldicos, bajo un silencio sepulcral por el amor roto de Isabel y Diego.
Me imagino que comprenderás la dificultad que me ha supuesto hablar de ti, Mª Ángeles porque tienes una vida tan rica y auténtica que solamente he podido mencionar pequeños retazos de tu actividad y de tu obra. Ha sido como un viaje emocional y deseo que a través de ellos te haya transmitido el aprecio y la admiración que siento.
Y permíteme que termine con unas frases tuyas que me encantan:
A veces imagino
que levanto el vuelo,
y tendida en una nube
estallo en rojos.

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