miércoles, 17 de mayo de 2017

Relato: Carta a una madre

QUERIDA MADRE:
            Sé que esta misiva no llegarás a leerla, a no ser que alguna de tus enfermeras te la descifre. Y aun así no entenderás el significado de las palabras, serán para ti como las piezas de un puzle inescrutable. Tus pensamientos están tan enredados que ni los recuerdos vividos más afectuosos son capaces de hacerte reaccionar, deshaciendo esa enorme madeja que poco a poco se ha ido tejiendo en tu habitual lucidez.
Fragmento de la Virgen cosiendo de Guido Reni
            Cuando estamos contigo y nos miras, tus ojos son los mismos de siempre, su color, su candor, pero no chispean como antes, aunque con ellos quizás nos transmites lo que tus palabras no consiguen. Esos ojos a los que nos agarrábamos cuando de pequeños teníamos miedo, esa mirada que nos arrebujaba contra la desesperanza, que nos transformaba los días más grises en mañanas de primavera, ese destello que hubiéramos detectado entre los mil y un rayos de sol.
            ¿En qué mundos –pienso- se puede mover la mente para que en un momento determinado se pare  y olvide, no solo lo lejano sino lo más cercano y más querido?
 ¿Cómo se puede descoser en tales jirones nuestro cerebro?
Madre, me gustaría recopilar, como en un álbum de fotos, todos los retazos de nuestra historia en común y enseñártelo todas las noches a modo de cuento para que, unido a los sueños, fueras recuperando tu pasado y nunca te  olvidaras de  lo que has sido para nosotros, de lo que has sufrido, pero también de todo lo que has disfrutado
 ¿Te acuerdas?
Estábamos en la posguerra, nuestra casa era pequeña, la pecunia familiar exigua pero nunca tuvimos la sensación de escasez. Tú lo iluminabas todo, lo llenabas de fantasía y hasta la cosa más cotidiana como un paseo bajo los Arcos, nos parecía una fiesta a todos  los  hermanos. Es posible que en algún instante,  veloz como un  relámpago, te sintieses sola, porque el vínculo cohesivo que tenías en tu pueblo, donde la familia es extensa y los vecinos y amigos cercanos, te causara añoranza, esencialmente, cuando compararas todo lo material que te sobraba antes y que ahora te faltaba. Pero nos tenías a nosotros y el afecto familiar te llenaba totalmente, de eso sí  que estoy segura.
La España franquista se estaba resquebrajando, nosotros hablábamos de libertades e igualdades entre la fiebre adolescente que nos imbuía, tú callabas pero tu discurso  se resumía en que la única libertad era la del estudio, única forma de salir adelante y huir de las miserias. Y así fue. Recuerdo tu aliento frente a los exámenes y aunque decías que no entendías ya  muchos temas de los libros, siempre estabas ahí apoyando y sufriendo más que nosotros. Nuestros triunfos eran tuyos también.
¿Me viene a la memoria, cuando me acompañaste al pueblo donde iba a estrenarme como profesional, en un Seat 600 de segunda o tercera mano que me habíais comprado. Decías que te sentías  más segura en la charretera conmigo, aunque se nos quemase el motor -que así fue- que en casa dándole vueltas a mi primera travesía.

 Supuso para mí la primera separación que sufrí conscientemente -la del nacimiento no la sentí- ahora sí que iba a perder la relación simbiótica contigo. Una insoportable soledad me embargó porque ya no me abarcarías cada día con tu mirada, con tu mano en mi hombro ayudándome a seguir, con ese calor que empañaba los cristales y transparentaba mi alma en las tardes invernales. Pero también es verdad que nuestra identidad se construye a través de las pérdidas que vivimos.
Cuando nos oías argumentar sobre la liberación de la mujer, sonreías, apuntabas que tú habías llegado tarde, pero sabes que si no hubiera sido por ti, no estaríamos ahora donde estamos, en la lucha por la igualdad.
¡Qué perspectiva de futuro tuvisteis el papá y tú! Cuando a  los hijos de la mayoría los mandaron enseguida a trabajar, vosotros apostasteis por nuestro futuro.
Gracias por no dejarnos unas yugadas de tierra, sino la posibilidad de saber pescar cada día nuestro pez, tal como dice el refrán chino.
Mamá, diste colorido a nuestra vida aun en las jornadas más  sombrías pues nos hacías reír de nuestras propias pesadillas y nos agrupaste a todos los hermanos como  una piña, para que la fuerza interior explosionara en energía al enfrentarnos al mundo.
Ahora que yo soy madre también, he constatado y valorado más tu tolerancia, tu respeto, tu confianza hacia nosotros a pesar de que no entendieras algunas decisiones y me ratifico, que si de pequeña no concebía la vida sin ti, ahora confirmo rotundamente que sin una madre, huérfanos de amor y sin el referente materno, es imposible vivir.
Desde hace años, una vez al mes, voy a verte con tus nietos. Ellos te escrutan con su mirada, tú los avasallas continuamente para que te dejen jugar, te pones muy contenta porque eligen justamente tu juego favorito, “el escondite”, y así pasas casi toda la hora de nuestra estancia en la Residencia.
Yo, mientras tanto, sentada en un banco bajo un sauce llorón, el árbol que siempre me ha atraído por sus delicadas ramas, trato de analizar qué relación hay entre la búsqueda tan desesperada en encontrar a mis hijos escondidos entre las salvias y el deseo de reencontrarte con tu espíritu olvidado.
¿O lo has encontrado y lo tienes dormido porque te has cansado ya de sufrir y prefieres vivir en ese dulce paraíso infantil? No lo sé, pero te sigo viendo con la felicidad pintada en la boca… feliz.
Y yo…. Orgullosa porque sé que estás ahí dándome fuerzas y ánimos,  y más ahora en que mi situación vital es difícil.
Yo también te quiero.
 ¡!Y siempre vas conmigo¡¡ 

2 comentarios:

  1. Gracias querida amiga y compañera.
    Querida Carmen, siempre tengo presente a mis dos madres, la una que me dio lavida y la otra que me eenseñó a ser, en parte lo que soy hoy.
    Como echo de menos a ambas!
    Nuestra historia personal se e hebra con la colectiva de lo que nos tocó vivir, esta es nuestra urdimbre, pienso que cada una de nosotras hemos hecho un vestido que se parece.
    cuidateme mucho, me gusta leerte e
    Escribir me cuesta muchisimo,pero queria darte las gracias por compartir, por ser y estar conmigo.
    Te abrazo.
    Te pienso compañera.
    Salud!

    ResponderEliminar
  2. Un abrazo fuerte mi querida amiga.Me encanta leerte....que lucidez y claridad de pensamiento.Imagino que estamos juntas.

    ResponderEliminar