lunes, 29 de mayo de 2017

Entre “descerebrados” anda el juego -I-

“Hoy con el Equipo Crónica y esta servidora”
Entrar en una exposición de este trío, al principio perteneció Juan Antonio Toledo, y luego durante muchos años, fue un dúo (Rafael Solbes y Manolo Valdés), llamado “Equipo Crónica”, es como abrirse a un terremoto de sensaciones o bregar en una cascada de sentimientos.
Sus trazos coloristas, sus objetos abigarrados y volando por el lienzo como si fueran collages, nos llevan a recordar nuestros libros de infancia, o más bien de nuestros hijos. ¿Os acordáis de “Buscando a Wally”? Con su observación, nos entran unas ganas locas de desenmarañar este paisaje apocalíptico aunque luego te das cuenta que todo tiene su contexto y su porqué.
Me acurruco en el suelo de la sala de exposiciones, hay un dispositivo de seguridad impresionante, pero aludo a mis mareos y a la necesidad que tengo de tomar datos y apuntes de los cuadros expuestos y parece que los convenzo. Me voy centrando y voy captando que es la historia de los momentos vividos por los pintores de una forma realista pero a la vez irónica, presentando al ser humano contemporáneo a través de imágenes extraídas de los mass-media y de la Historia de la pintura.
En el trasfondo, se advierte una alusión y la realización de múltiples guiños a diferentes artistas actuales de su época y de la conocida como Edad de Oro española (siglos XVI y XVII) creando una mezcla original y dinámica.
Estoy bajo el cuadro que anuncia la Exposición y como si se tratara de “Alicia en el país de las maravillas”, de repente, me siento dentro de él formando parte de su imaginería como un protagonista más. Ya no soy yo. Yo soy como una pirómana de emociones volando de uno a otro.
¿Y por qué esta simbiosis?
Porque mi cerebro funciona así desde hace algún tiempo. Al comenzar me parecieron hechos aislados pero más tarde, recapitulándolos, he captado el proceso de formación de los tumores cerebrales. Así que voy a realizar un paralelismo entre ambos fenómenos en esta locura mañanera.
Es como un viaje errático que parece simular un puro despropósito, una noche oscura envuelta en negras olas, pero también las podemos cambiar por olas envueltas en espuma de luces.
El cuadro se titula “Potenkim” y es exactamente la escena (en realidad, un fotograma) más famosa de la también famosa película del soviético Eisenstein que narra la bajada apresurada de la escalera por parte del pueblo llano, representado por hombres y mujeres que tras una manifestación de protesta, huyen de la represión del ejército del zar. Pero entre ellos, destaca sobre todo, una madre con un carrito en el cual se supone que va un bebé y que descienden vertiginosamente por los escalones. En dicho film se denunciaba la pobreza y miseria en la que vivían las clases populares frente a la riqueza y despilfarro de los zares.
Y yo también me caigo entre ellos, resbalando estrepitosamente por los peldaños de la escalera. Me tropiezo en los bordes, siento un fuerte mareo, y me quedo en algún momento inconsciente. La desorientación se apodera de mí como muestra esta pintura. ¿Qué hacen ahí esos soldados casi de ciencia-ficción a modo de los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Estamos en el año 1968 y la agitación política europea en plena efervescencia. Los enfrentamientos entre policías y manifestantes, generalmente de Bellas Artes, son habituales. La policía vigila, amenaza, agrede. Para evitar la censura del contenido pero a la vez denunciar la represión policial en toda su tragedia, los autores los visten como soldados del ejército con indumentaria de otros países y no con la propia de la dictadura franquista.
Por esta razón la situación española se enmascara bajo la escena del “Acorazado Potenkim” del ya nombrado Eisenstein, revalorizando el arte con nuevas ideas pero nunca siendo complaciente con el orden establecido.
Busco en mi cabeza y me retrotrae al cuadro “Latin lover” de su fase creativa inicial, en el que se transparentan los tumores como crecimiento anormal de las células y el edema líquido producido por la presión de los mismos.
Salto a este cuadro y me encuentro con mi propio retrato. Las tintas son planas, las gamas de color reducidas para vigorizar el MENSAJE.
Rafael Yuste, neurobiólogo, madrileño pero afincado en Nueva York, tiene un objetivo preciso: descifrar los misterios del cerebro, ayudado económicamente por la administración estadounidense a través del programa BRAIN, que en inglés significa cerebro y responde a las siglas Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras.
Dice Obama, el impulsor del proyecto que es preciso obtener una fotografía dinámica del funcionamiento de nuestro cerebro para entender mejor cómo pensamos, cómo aprendemos y cómo recordamos. Una hipótesis es que haya un grupo de células, posiblemente en la corteza cerebral, que se disparen a la vez. Cuando pensamos o nos acordamos de una cosa, se enciende una llama de actividad cerebral en un grupo de neuronas en distintas partes de la corteza del cerebro.
El mundo es un reflejo de la mente. Puede que el cerebro genere un mudo virtual que es la realidad que cada uno de nosotros ve.
Imaginemos un futuro, que va a venir seguro, en que nos empecemos a comunicar con los teléfonos a través de nuestra actividad cerebral y no sé por qué no va a suceder lo mismo con la neurobiología del porvenir. Estas técnicas van a ser una liberación, van a dar lugar a un nuevo humanismo.
Rafael Yuste es un enamorado de Ramón y Cajal, dice que si no hubiera leído tanto de él, desde joven y animado por su padre, hoy no estaría donde está .
A los pocos años de su muerte, dos matemáticos estadounidenses publicaron un paper que era el comienzo de las redes neuronales. Si Cajal hubiese asistido a eso, hubiera visto que todo encajaba, hubiera sido posible relacionar la gran síntesis que él tenía en su cabeza de todas las partes del sistema nervioso con las posibilidades que dan los circuitos de redes neuronales.
Como homenaje a Ramón y Cajal, en 2005 se realizó una reunión de científicos, organizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Petilla de Aragón, lugar de nacimiento del investigador español. De ahí salió la famosa nomenclatura de Petilla. Esa reunión se puede considerar como precursora de todo el proyecto BRAIN. ( País Semanal)

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