jueves, 27 de abril de 2017

El cáncer te cambia la vida, pero… ¿Hay otras vidas? (II)

Quimioterapia
Y esta tarde, toca “quimio”.
Si de por sí ya no es agradable este tratamiento médico, el que tengas previamente que pasar por el análisis de sangre para que el oncólogo, según el resultado del hemograma, decida si te aplica o no la “quimio” parece el sorteo de una tómbola.
Leucocitos, plaquetas, hematocrito… han de presentar unos parámetros mínimos para que se pueda administrar ese día el duro tratamiento médico. Yo siempre ando justica en los resultados, especialmente desde que me realizaron los dos autotrasplantes a mediados de los años noventa, sobre todo de plaquetas y hematocrito. Casi siempre estoy por debajo de los valores normales de una persona, por lo que hay días en que acudo al hospital y tienen que aplazar la sesión para la semana siguiente.
En la sala donde se recibe el tratamiento de “quimio” estamos siempre cinco personas sentados en unos sillones que se pueden hacer casi una cama. A menudo todas mujeres y varias de ellas dedicadas a la enseñanza, con dos enfermeras que son la alegría y la gloria personificadas puesto que nos animan, nos tratan con cariño, nos miman y ante cualquier mareo, si intuyen que algo no funciona correctamente, vienen en tu ayuda o la buscan con diligencia.
Allí permanecemos varias horas por lo que se puede hacer de todo: leer, comer, dormir, charrar… Hay días que no tienes ganas de “na” pero otros, entre los goteros, surgen las confidencias y en ese espacio íntimo que nos iguala a todas, te vas desahogando y, sobre todo, si es la primera vez que te ha ocurrido este “percance” que, por otra parte y sacándole algún matiz positivo, te hace descubrir nuevos mundos y disfrutar de sensaciones que nunca habías experimentado. Pero, ¡a qué precio!
Es como una toma de conciencia plena de todo lo que te rodea porque como todo lo vives en 1ª o 2ª marcha como mucho, captas sonidos y valores de todo tu alrededor. Si cierras los ojos y abres los demás sentidos, oyes los susurros del mar, el ulular del viento, los sonidos de los de los pájaros, la algarabía de los parques…detalles que antes te  impedían las prisas.
Yo hasta he descubierto lo que es ver una película de TV sentada con “mi hombre” cogidos de la mano y solo atendiendo a lo que ves en la pantalla, o el placer de desayunar juntos muy pronto,  al amanecer.
Parecerá una nadería pero mientras que trabajas, casi nunca tienes esa serenidad porque  estás a la vez realizando varias tareas cotidianas: corrigiendo, controlando la comida del día siguiente, atendiendo a los hijos, poniendo exámenes… Hay que buscar lo positivo de cada momento, asimilarlo, hacerlo tuyo, y disfrutarlo a tope, al 100%. También es verdad que a veces y después de las sesiones de “quimio” con sus efectos secundarios (fiebre, vómitos, diarrea, malestar…) es difícil permanecer con el ánimo en alto por lo que  lo mejor es  agazaparse en plan descanso y reposo y dejar transcurrir las horas hasta que una mañana te levantas y dices: “¡Qué bien me siento en mi cuerpo serrano y conmigo misma y ¡hala, a seguir en la brecha!
En este viaje es importantísimo estar acompañada moralmente y apoyada por tus amistades y familiares que te quieren desde la distancia y por los más cercanas. Yo tengo mucha  suerte  en este sentido porque mis tres hermanos junto a dos de sus cónyuges, que para mí son también como hermanos, siempre están pendientes de mi enfermedad y, sobre todo, de hacerme la vida más agradable. Mis dos hijos que desde julio del año pasado han estado viniendo y yendo desde el Cantábrico, y desde Boston hasta al Mediterráneo, siguiendo los tratamientos y  los diagnósticos médicos, y además, con una eclosión de cariño y afecto que me han desbordado de amor y  por supuesto tengo como dice Miguel Hernández, “Mi compañero del alma, mi compañero”,  codo a codo conmigo en todo y a por todo.
 ¿Cómo se viven las sesiones de quimioterapia? El ambiente es diferente al de la Rehabilitación. Cuando entras por el pasillo de Oncología ya vas viendo gorros, pañuelos, pelucas y caras demacradas o con el aspecto dolorido, todos acompañados por algún familiar directo por si hay que tomar alguna decisión urgente en algún momento.
Dentro, como que te sientes más tranquila porque estás entre “los tuyos” y la capacidad de comunicación y entendimiento es mejor.
 Voy a contar algunas de las conversaciones e intimidades que allí se van comentando a lo largo de las sucesivas sesiones con unos temas que vistos desde fuera, no parecerían tan importantes pero dentro del proceso, son esenciales:
Lourdes: “Cuando  dijeron que tenía cáncer  tenía 30 años y me acababa de casar. Solo me salía el mal humor y el enfado. Cada vez que me hablaban de ello, me ponía a llorar y a decir: No puedo, no puedo”. Pero un día pensé, por fin, ¿cómo que no puedo? Me eché mi lloro correspondiente y decidí que ese iba a ser el primer día de mi nueva vida”.
Al  oírnos una mujer más joven, con cara de “pilla” (Mara) y una picardía en los ojos como platos, apunta:
-“Pues yo me di cuenta que mis tetas me iban a matar. Pero ¿cómo podía ser eso? ¡Y por qué me iba a pasar a mí precisamente¡” Pero cuando oyes que cada año se diagnostican 25.000 nuevos casos, te percatas de que sí, de que te puede tocar a ti. Pero no me dejé, yo que iba a Pilates, al gimnasio, que me cuidaba la alimentación, cómo me podía dejar que dos “enemigas-amigas” me pudieran  vencer y arruinasen mi vida”
Sigue hablando Mara con efusión y emoción a la vez:
-“Tenía un Proyecto de vida y trabajo, pedir la excedencia en la enseñanza de España e irme a Guatemala, por lo menos un año, a trabajar donde me mandaran, pero siempre con chicos y madres en zonas marginales. Y este sueño me da ánimos para estar aquí y seguir aunque se me acumulen todos los pinchazos,  las “quimios”, los contrastes, el cansancio físico y el emocional. Como soy profesora, lo que más me gusta es el mundo es la enseñanza,  así que  el cáncer me ha cogido en el momento más feliz de mi vida, pero, de repente, todo ha cambiado, y también he perdido la oportunidad de tener hijos.”
María, por otra parte le dice que más tranquila, porque a otras mujeres les pesan  mucho  el tener hijos,  a las que les inquieta su futuro: ¿qué será de ellos? ¡Sabrán desenvolverse solos!...
          Patricia que viene puntualmente todos los días, añade “A mí se me había ocurrido hacer como en una película de Julia Roberts “Quédate a mi lado” Una madre enferma de cáncer terminal,  antes de morir va buscando una mujer que haga dos funciones: pareja para su marido y madre para sus hijos. Es triste pero bonito a la vez. “Creo que me voy a dedicar a ello, imitando lo que ocurre en el film".
-Un tema que pocas veces se ha tratado, habla  Engracia, de unos 46 años,  y que creo que es importante en la relación de pareja, sería el descenso de la libido nuestra y las relaciones sexuales con nuestr@  compañer@. Es difícil compaginar la enfermedad con esta problemática. Lo que se debe hacer es hablar con él y que aparte de que haya mimos y caricias o juguetes que él dirija y diga, que se exprese cómo lleva este punto entre los dos y que ninguno se sienta mal.
- Teresa (50 años): “A mí lo que me da más rabia es que tienes  la impresión de que la gente  te mira con pena, en lugar de verte como una luchadora, por eso llevo peluca porque disimula más el cáncer. A las mujeres nos preocupa mucho la pérdida del cabello y cuando vas viendo que los mechones de  pelo se te van despegando de ti misma, se te cae el alma a los pies, pero, por otra parte, es lo único que vuelve a crecer como algo natural y no tiene ningún efecto secundario.
Yo me marcho a las fiestas de mi pueblo y me voy a comprar unas pestañas postizas y un sombrero porque lo que tenemos que hacer es apañarnos bien, con colorido para ser nosotras mismas.”
 Yo comento que la “quimio” te deteriora tanto… tu cara: de repente es redonda como la luna llena  por la medicación, aunque por otra parte no se te nota ninguna arruga, jijijiji…
 No tienes pestañas, ni cejas. A mí, aparte del  pelo, en  dos ocasiones anteriores, se me cayeron también las uñas de pies y manos. Pero las mujeres que peor lo que pasan es las que se sienten mutiladas, de ahí la importancia de la “reconstrucción”.
           La peluquera a la  que voy yo en la playa, con 37 años y dos hijos, cuya gran parte de familia se ha visto afectada por el cáncer, se ha reconstruido los pechos hace dos meses colocándose prótesis. A su marido le daba igual pero a ella, no. Ahora se siente más segura, con mejor autoestima y más guapa. Esto te da una gran fortaleza, dice. Y eso que ella es una mujer muy alegre y siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesite.
Yo aporto la experiencia de una serie de hechos que me han sucedido y de verdad que no  tengo miedo a la muerte, creo que es un momento de tranquilidad y ya tengo pensada mi hoja de ruta porque esto es para mí como una carrera de fondo que no sé hasta cuándo durará,  ya que la “quimio” que recibo no me cura, solo detiene el avance, así que procuro llevar el tratamiento con el mejor humor y esperanza.
A mí ya me dieron “quimio” por un tubo en los dos autotrasplantes primeros hasta dejarme a cero y aislarme. Y este verano también por la operación de colon hasta que aguanté y surgieron  los tumores del cerebro. Ahora vuelvo otra vez a las andadas goteriles.
Nos creemos frágiles pero solo es la visión externa ya que por dentro te haces de acero y cristal a la par, transparente y sensible pero  fuerte en aguante y resistencia  al dolor. Nos dicen que el cáncer es una forma de  crecer, de aprender más en la vida pero a veces igual es mejor ser ignorante ¿o qué?
 Pero no, como dicen: "Palante, y  ni un paso atrás, ni para tomar impulso” Y siempre, siempre hay que volver a empezar. Ante cualquier tipo de ruptura, nunca se parte de nada. Tras el cambio, somos los mismos y con el mismo bagaje de experiencias y conocimientos. Solo hay que perder el miedo a readaptarse.
Este tratamiento de la “quimio” va unido en ocasiones a la radioterapia, pero este último solo se puede aplicar una vez en el mismo sitio puesto que el músculo se queda muy tocado y la piel muy fina, con peligro de necrosis aunque sus efectos y sus resultados cada vez son más certeros y efectivos. Suele durar unos minutos y se tolera bien si no se tienen quemaduras
Yo he recibido radioterapia en dos ocasiones. La primera en Pamplona cuando me aplicaron el primer autotrasplante. Allí, dado que disponía de mucho tiempo, conseguí, a través de amistades, dar clases a los niños de Oncología ingresados en la Clínica Universitaria. Los alumnos de Pedagogía de la Universidad tenían como asignatura dar clases todos los días de 9 a 13 de la mañana. No me imaginaba el día entero sin hacer algo positivo. Y en esas horas los padres se podían ir fuera, con lo cual a ellos también les beneficiaba desconectar un rato.
Al llegar allí, a la planta 4ª, teníamos unos paneles con los alumnos, edad y curso, por lo que había que elegir. En mi caso siempre prefería a los mayores y si se encontraban bien, nos íbamos a un salón que realizaba las funciones de clase pero, en caso contrario, entraba en sus habitaciones. Más de una neumonía me llevé por delante porque yo, al igual que los niños, estaba muy baja de defensas pero fui feliz. Como era Navidad, preparamos árboles, belenes, cartas a los Reyes y todo reciclando materiales médicos como goteros, jeringuillas, vendas…
Por fin, termina mi sesión de “quimio” en el hospital 9 de octubre. Salimos y sopla una suave brisa. La temperatura es cálida, a diferencia de la que habrá en Teruel en estos momentos. que nos invita a caminar y a contarnos…
Por ejemplo, el cuento de “El Hada de las estrellas”.
Charo García Velilla, una mujer que murió de de cáncer en 2006 a los 36 años, dejó su testimonio de esperanza plasmado en el precioso cuento infantil “El hada de las estrellas” dirigido a su hijo Víctor.
Este cuento lo escribió la autora para explicarle a su hijo pequeño, que entonces tenía tres años, por qué no iba a poder estar con él.
Es  el relato del Mayor Viajero del Mundo que debe salir a buscar una sustituta porque el hada de las estrellas ha desaparecido. La elegida es Charo, cuya labor es encender todas las noches las estrellas y colocar la luna en su sitio. El libro muestra la enorme fortaleza de una madre que convierte el dolor por dejar a sus seres queridos en un relato cariñoso, esperanzador, positivo y emotivo. El mensaje que transmite es el que le dio ella misma: mantener esperanza y optimismo ante la enfermedad.
Le explica su padre  a Víctor que si mamá se queda ahí con ellos, estará malita siempre pero que si se  a las estrellas  mejorará,
Yo también querré quedarme suspendida en una estrella, para poder hacerles un guiño todas las noches a mis hijos y a mi nieto.

1 comentario:

  1. Porque la vida no es tan sencilla como pensamos , pero a veces nos hace madurar , tomar decisiones muy importantes , es decir coger ese tren que pasa que pasa cada mil , he aprendido ha valorar y pensar y pensar una decisión que tomo yo sola o que mi entorno me ayude , de esa manera me puedo apoyar , es un tipo de ayuda , o una buena herramienta de la vida del día a día que todo el mundo no sabe valorar ese tipo de ayuda . Y si tu no luchas por algo , nadie lo hará por ti

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