sábado, 22 de abril de 2017

El cáncer te cambia la vida, pero… ¿Hay otras vidas? (I)

Cuando la oscuridad de la noche todavía taladraba los cristales, me desperté, no llegaban a las seis de la mañana pero si quería llegar a las sesiones de Rehabilitación y realizar todas las actividades que anteriormente me costaban una hora, actualmente necesitaba tres o más, había que madrugar y sueño no tenía.
La vida se nos ralentiza y ante la nueva situación, o nos adaptamos, o como diría Carmen Maura: “Morimos en el intento”. Yo siempre he sido de dormir pocas horas pero intensas, igual que ahora. Duermo más pero he descubierto la belleza de madrugar por ver el amanecer en este Mediterráneo al que cantaron Espronceda y Serrat.
Hoy empezaremos la mañana sintiéndonos primero, bien en nuestro cuerpo: “Hoy no me duele casi nada, no tengo náuseas, más bien anhelo el desayuno….” Sobre todo si se toman corticoides tienes un hambre voraz, ese que yo nunca había sentido. Se te pone la cara de luna llena y un flotador en el abdomen que te dificulta el movimiento de agacharte, pero cuando comes ¡¡está todo tan bueno!!

Ha amanecido con un azul plata precioso y la luz entra a raudales por la terraza del apartamento, ando mejor al desplazarme, me pongo las medias de compresión para controlar la inflamación de los tobillos y de los pies y poder caminar más ligera dentro de lo que cabe. Este es otro problema de los corticoides: retienen líquido del cuerpo, hinchan y te deforman el cuerpo, especialmente las extremidades. Según los expertos, al terminar de tomarlos, todo vuelve a su ser.
Tengo que sentir el aquí y el ahora, el olor del azahar que me entra por la terraza. Tengo que palpar y disfrutar el momento que vivo, el día a día y no detener mis pensamientos en algo que no sé cuándo ni cómo sucederá. Es absurdo sufrir por ello, por el devenir, por el futuro, y no pensar más porque si no...
Poseo bastante facilidad para cambiar el “chip”. Es la quinta vez que sufro un cáncer y la experiencia es un grado, tienes más conocimiento de de la enfermedad, te sabes casi todo pero siempre los oncólogos te desbaratan tus suposiciones, tus ideas previas.
A las diez y media llego a Valencia a Rehabilitación. Me tienen que llevar porque, como es de suponer, no puedes conducir. La bajada del automóvil es un verdadero castigo porque empiezo a sentir siempre un fuerte mareo y si no me sujetan, caería al suelo sin remisión. Entro a la clínica y allí me encuentro con los “colegas”, con los compañeros de actividades y retos. Es un alivio porque ya estás en tu espacio. A todos nos aqueja algo aunque la mayoría necesitan rehabilitación, como yo, pero por haber sufrido un ictus aunque las secuelas de su enfermedad son similares a las de mi loco cerebro, en el que “anidaron” en el octubre de 2016 dos tumores, con sus edemas correspondientes, en las zonas parietal y occipital.
La cirugía radiológica parece que neutralizó presumiblemente estas dos “lesiones”, expresión que emplean los médicos pero también he tomado y sigo en ello un gran número de mg en corticoides para combatir los extensos edemas que te producen como efectos secundarios y sobre todo, debilidad muscular que si no la trabajase, terminaría como un muñeco de trapo que no me sostendría erguida y de pie.
Por este espacio tan particular que es la clínica de rehabilitación, pasa mucha gente, necesitada no solamente de ejercicio físico sino también de ánimo y moral, por lo que hay momentos en que parece más una terapia de grupo que una sala para mejorar la potencia muscular y las capacidades de nuestro mecanismo corpóreo.
Nuestra “profe-fisio” es joven, nos escucha, sonríe, pero sigue llevando el control de cada uno para que aún estando de “cháchara” a ratos, que no siempre, otros hay un silencio y concentración total, sigamos el orden y ritmo de los ejercicios: ora corrigiendo posturas, ora enseñándonos movimientos para hacer en casa. ¡Es un encanto!
De todos los “alumnos” que asistimos, voy a destacar los caracteres más llamativos para hacernos una idea de la diversidad del personal que sufre todos los días trastornos del habla o problemas de coordinación por obstrucciones cerebrales. Para citarlos he cambiado los nombres con el fin de que no sean reconocidos al leerse.
Tenemos a Luisa, que lleva casada 60 años más 10 de noviazgo con el mismo hombre y por ello le hemos dado el título de “record Guiness” en el amor. Lo conoció a los 13 años, ella cantaba y él le acompañaba a la guitarra o al piano. Es dulce, dice que coqueta porque ella nunca se descuida en su arreglo personal y le gusta ir muy apañada. ¡¡Olééé….!
Habla poco pero certeramente: desde que entra no para de trabajar porque depende de la ambulancia y dice que, a día de hoy, sigue enamorada de él hasta “la punta de los calcetines”.
Otra persona muy “sui generis” es un antiguo militar, grande como un armario, elegante y distinguido en su porte pero cuando abre la boca… pensamos: ¿qué nueva nos expondrá ahora? No habla mucho de familia pero sí de antiguos compañeros.
Por él iría mucha gente al paredón y las fiestas de Moros y Cristianos serían con arcabuces y disparos de verdad. Ji,ji,ji… A veces dice “burradas tan burradas” que el resto nos limitamos a decir: “Te has pasado, Leandro” y no discutimos, no porque estemos de acuerdo, sino por no alargar el tema y porque entendemos que al igual que todos, lleva mal la situación y se acalora de verse así. Mantiene que la enfermedad debía ser al revés, que te pasara de joven para poderla atajar mejor.
A otra que se le coge cariño enseguida es a Ana, tiene, dicho por ella, el síndrome de la soledad. Ha vivido en pareja y tiene dos hijos pero ha perdido, como yo, la libertad que tenía antes y anhela tanto ahora. Se desplazaba con su coche, quedaba con amigos y no dependía de nadie. Ahora necesita tener una señora en su casa para las tareas domésticas y que, como sabéis, eso cuesta mucho aceptarlo, al igual que las llamadas de teléfono, porque no quiere que nadie se sienta obligado a pasearla o a tomar algo por ahí.
Nadie diría la edad que tiene. Hoy es guapa y además posee una chispa especial, lo que hace pensar que años atrás rompía miradas y afectos. Es muy graciosa narrando sus aventuras, nos contó una vez que en un viaje de la tercera edad un señor la cortejaba y además con “buena pinta”, pero tuvo la equivocación de decir: “Es que yo, en verdad, lo que necesito es una mujer”. Ahí se acabó todo porque Ana le dijo que en realidad estaba casada, pero con Dios, porque era monja y además convencida. Su trabajo se desarrollaba en la India y tan solo había venido a ver
a su familia aprovechando el trayecto en autobús para desplazarse mejor y tener un par de días de asueto.
Habla de sus andanzas a lo largo de los años, pero ya no se ve para vivir en pareja sino para tener tan solo amistad y apoyos. Pone muchísimo interés en los ejercicios y de hecho ha evolucionado positivamente desde que llegó hasta ahora, aunque la soledad, la falta de la libertad y la dependencia de alguien siempre, la hunden a ratos en lo más profundo, y esto creo que nos pasa también a todos.
Yo creo que estas sesiones animan a no tirar la toalla, a mirar hacia adelante… lo cual aún sería más fácil si se revisaran las ayudas económicas a la dependencia. Este sería otro tema largo a tratar.
Y por último, hablaré de Juan, un “supermán” del esfuerzo, un hombre lleno de pensamientos positivos que ha conseguido ilusionar a todos y que sintamos la disciplina física, como un reto diario a superar.
Maestro de profesión, aunque trabajando toda su vida en otra actividad que no era la educación, ha sabido mantener ese espíritu amplio y de formación cultural que te da la carrera de Magisterio. Habla mucho de la familia, de los amigos con los que sigue saliendo a cenar y a fiestas, de cuando queda a comer con su mujer, y mantiene la ilusión como un niño por lo que debe ser muy agradable y fácil vivir con él.
A mí, cuando llego, siempre me recibe con alguna frase, que ya desde el pasillo te anima a empezar con buen pie. (Véase la ironía de este término, cuando todos tenemos alguno de ellos que no nos chuta nada): “Ya llega Carmen con su sonrisa habitual” o “¿Qué tal por Teruel? Nos traes la alegría de la tierra”.
Yo hablo poco salvo en momentos muy puntuales, pero a través de gestos, guiños o sonrisas participo de todas las confidencias. A veces les cuento algún chiste algo verde y sin libreta, que coste para los que me conocéis de antes, y se tronchan, como el de la gitana que dona sangre o el cura que hacia las hostias que le faltaban con la piel de una pandereta…
La verdad es que da gozo verlos al llegar, tanto a ellos, como al personal de la clínica que son de una amabilidad exagerada, como a nuestra Fisio que consigue que se te pase el tiempo sin darte cuenta y volando.
Y además para qué poner mala cara, sonriendo por fuera y creyéndote que esto puede ser pasajero y es lo mejor que tengo ¿por qué amargarte la mañana? Los sentimientos que exteriorizas, al final se te meten también dentro y llegas a sentir lo que aparentas.
Aunque cuente todo esto, no descuidamos lo que tenemos que cumplir cada día, incluidas las corrientes, los masajes, las fuentes de calor… siempre bajo la mirada protectora y afectiva de nuestra “profe” que a pesar de su juventud, tiene la cabeza muy bien amueblada y muchas “tablas” para guiarnos. Es afectuosa y siempre te trata en un plano muy personal y particular. Te sientes con ella en confianza.
Salimos a eso de las 12:30, cansados pero ligeros física y mentalmente y dicho así, incluso parece que esto sea como dar un paseico. Pero no, volver a mover partes de tu cuerpo que se han quedado como inertes y apelmazadas es duro. Lo mismo que sentir que tu pie no sigue tu voluntad y tus órdenes al entrar a la ducha, que tu brazo no se mueve a la vez que el otro o que la mano la llevas como perdida y en ocasiones hasta casi te asustas al verla aparecer y dices “¡Huy, si es mi mano!” Que no sabes andar con un pie detrás de otro, con la cantidad de veces que hemos empleado este sistema para rifar los componentes de los equipos, o que no puedes pronunciar algunas palabras sin logopeda…
Yo estoy encima contenta porque la enfermedad no me ha afectado al habla y al razonamiento, ja,ja, ja… aunque cuando me siento mal no tengo ganas ni de contestar con un sí o un no. Je,je,je….En este aspecto se me nota enseguida cómo estoy de temple, si me expreso con efusión como siempre, o me cuesta esfuerzo.
Y así termina la mañana, pero aún queda mucho por pasar... Mientras tanto nos transportaremos al mundo mágico de los recuerdos y las emociones, y agazapados, esperaremos…

2 comentarios:

  1. Carmen, el cáncer te cambia la vida, te abre la mirada y te hace vivir cada momento con intensidad. A mí también me hizo fijarme en otras vidas, en las de personas que han transitado también por la enfermedad y busqué referentes de personas con energía y experiencia de vida. Ahí te encontré a ti. Un abrazo

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  2. Gracias por ayudarnos a darnos cuenta de las muchas vidas que nos rodean a través de esta ventana de tu propia vida. Un abrazo

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