sábado, 27 de agosto de 2016

La rutina del cuerpo

Si hay que elegir entre la rutina y la aventura, yo siempre hubiera elegido lo segundo, pero a día de hoy y en mis circunstancias personales, dudaría…
Porque ser aventurero, a no ser que te dediques a ello, te dura una época, unos meses, unos días… En cambio la rutina es como la salida del sol al amanecer, segura y diaria. Y mira que protestamos de ella, pero ¡bendita rutina cuando la pierdes! ¡La echas tanto de menos…!
Ella te mantiene en contacto con la realidad, sostiene nuestras vidas, nos hace olvidar la angustia vital existencialista, y te arrebujas en ella como en un paraguas en medio de la tempestad, sabiendo que así sobrevivirás. ¡¡Y yo la echo tanto de menos!!
Como decía Rosa Montero en un Semanal de hace unos años: “El cuerpo es un tirano, puedes estar haciendo planes de verano tan feliz y, de repente, el cuerpo te los fosfatina y te mete de cabeza en un hospital”.
A un proceso que no por sabido es menos agresivo y doloroso.
Qué difícil es ser prisionera de un cuerpo con una mente que vuela implacable. Al igual que un espejismo crees liberarte, pero el cuerpo insiste, te sumerge en sus entrañas, te limita la energía y te machaca el alma.
“Somos rehenes del cuerpo que nos ha tocado y con él planteamos batallas que sólo acaban cuando fallecemos”.
Y al mismo tiempo eres feliz porque tienes los mejores cuidados paliativos que existen: Esencialmente, la familia y luego todas las personas que en la distancia te quieren y apoyan.
Y también, aunque te duela la carne, estás satisfecha con ese cuerpo que tienes porque además es con el único que puedes negociar tu existencia.
“Qué grandioso este cuerpo que nos permite ver la belleza del mundo, escuchar músicas sublimes, beber y comer cosas deliciosas, besar y acariciar y amar y pasear por hermosos montes y caminos”.
Cuánto lo he disfrutado andando o corriendo, a veces sin rumbo pero con total libertad. Cuánto hemos reído, trapaleado, falaguerado, quedando con los amigos, siendo cómplices en las charradas nocturnas, maquinando sorpresas inesperadas para los hijos o el resto del clan...
Y también al cuerpo hay que mimarlo, cuidarlo y quererlo, ¿por qué no?
Por eso, aunque hoy te tenga deteriorado por la metralla tóxica, con los años me he ido acostumbrando a ti, hemos mejorado al unísono por dentro y por fuera como los buenos vinos.
Y ahora que por fin habíamos encontrado entre ambos un sutil equilibrio, ahora...
Espero que, aunque esto vaya a ser una carrera de fondo, encuentre pronto de nuevo la armonía contigo.

3 comentarios:

  1. Carmen, un texto precioso, por lo que dice, por cómo lo dice, por su sinceridad y por la comunión que se puede sentir con él.
    Eres única.

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  2. A mi este texto escrito tan desde el alma, me ha recordado a los versos de un poema de Lope
    "Soledades" que me gusta mucho.Quizá porque plantea tu mismo dilema. Ahi va:
    "...No estoy bien ni mal conmigo
    mas dice mi entendimiento
    que un hombre que todo es alma
    está cautivo en su cuerpo..."
    Mil ánimos

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  3. Leo con un poco de retraso este blog Magnífico. Me gusta mucho esta reflexión sobre el cuerpo y espero que esta lucha que llevas con él salgas victoriosa para que podáis continuar de la mano disfrutando el uno de la otra por mucho mucho tiempo. Un abrazo.

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