Si
perdemos la memoria, ¿qué nos queda?
Veo todo
borroso o más bien líneas que
desaparecen, las siento como si fueran
muertos vivientes en la noche de las ánimas corriendo hacia sus tumbas, porque la campana
del camposanto acaba de tocar a retirada. Figuras que pierden su volumen a
dentelladas, que huyen enmascaradas a
los ojos de los viandantes entre un silencio sepulcral.
Estos cuadros sin título,
realizados con la técnica de pastel, grafito, papel y collage, nos recuerdan
también a cuadros míticos como “La libertad guiando al pueblo” de Delacroix,
donde adquiriría el cerebro la guía de
nuestra vida, o “La balsa de la Medusa” de Gericault, que sería justo lo
contrario, el desastre de la persona ante el desconcierto general en su
caminar.
Si seguimos con las tesis cerebrales,
todas estas visiones nos lleva a la pérdida
de la memoria, del bagaje cultural que has ido acumulando a lo largo de tu
vida, de tus recuerdos, de la imagen de los tuyos…
Es como
si el viento huracanado te los arrebatara y te borrara como persona la
capacidad de pensar e imaginar… en un intento desesperado de salvarte de “la
nada”.
Hace
más de 2 000 años, Aristóteles postulaba que nuestros pensamientos requieren de la
generación de representaciones internas del mundo exterior; y en ese proceso
llegó incluso a distinguir correctamente entre sensación (la imagen que el
mundo proyecta sobre nuestras retinas, por ejemplo) y percepción (la
interpretación que damos a ese estímulo visual) y cómo esta interpretación
llevará finalmente al reconocimiento de los elementos presentes en esa imagen,
al recuerdo de todo lo que hemos aprendido relacionado con ellos y, llegado el
caso, a la formación de nuevas memorias. Pese a tanta clarividencia, creía que
el corazón y no el cerebro era la sede de todas las sensaciones, pasiones e
inteligencia. Hay que destacar pues, la estructura dinámica de los distintos
circuitos cerebrales y su papel en el aprendizaje y la memoria.
En la
peli de Amenábar “Los otros” descubrimos que todo lo que parece pertenecer al
feudo de los vivos, es en realidad el reino de los muertos y que todo lo que
los personajes ven como apariciones o fantasmas son manifestaciones o puntos de
contacto con el mundo de los vivos. La protagonista vive en una falsa verdad
alimentada solamente por lo que quiere creer:
que sus hijos están vivos y que ella no los mató. Así que todo lo que
confirme su creencia y apacigüe sus emociones será cierto, mientras que lo que
amenace su estabilidad emocional y convicciones, por fuerza habrá de ser falso.
Si os habéis dado cuenta, la neurociencia vive un
momento crucial con grandes y millonarios proyectos en marcha para simular el
funcionamiento del órgano humano más complejo. En este viaje guiado por la
computación no hay que olvidar el potencial de las ciencias humanísticas y
sociales.
M. A. Delgado sostiene que “lo que los ojos ven y lo
que los oídos oyen es lo que la gente cree”. Uno de los retos del Massachusetts
Institute of Technology (MIT) en Boston, es vertebrar el trabajo para ampliar
las cualidades humanas desde la memoria y la capacidad de razonamiento a la
fuerza física, pasando por todos los sentidos e implantes. Algún día los robots
y los humanos se habrán fundido hasta hacerse indistinguibles. ¿Seremos
nosotros mismos? Nuestras cabezas y nuestros procesos cognitivos se verán
incrementados por las máquinas.
¿Es la hora de robotizar al humano?
¿O de humanizar al robot?
¡Qué
poder tiene el cerebro!
Cualquier roce o presión en su estructura puede producir una visión
borrosa aunque tengas unos ojos perfectos, trastornos en el lenguaje aunque tu
riqueza de vocabulario sea comparable a la del DRAE, falta de concentración o
cambio de carácter y comportamiento, aunque tengas la cabeza perfectamente
amueblada.
El médico radiólogo nos avisó de la irritabilidad que acarreaba la
toma de corticoides y que había parejas al borde de la separación por la
dificultad en la convivencia. Pero yo en ese sentido feliz, más tierna que
nunca!! Jijiji…
Y no nos olvidemos del cerebelo que es el órgano que dirige todos
los procesos cognitivos y la coordinación de cualquier movimiento. Ese “trocico
redondico y arrugado” situado debajo del cerebro que parece que no “pinta”
nada.
Mira, yo este comportamiento sí que me influye, mi
equilibrio se desequilibra cada dos por tres, pareciendo
a menudo mi andar y movimientos, los de
una “zombi”.
En estos dos últimos cuadros sin título, es como si la memoria se
difuminara y se rompiera a pedazos. No hay continuidad en las imágenes, el
viento va despegando y deformando el juego de complicidades e ingenio que
habita en nuestro ser, hasta despojarnos de nuestro yo más profundo y humano,
de nuestras nostalgias y ganas de seguir o de soñar viajando, aunque a
mí esto último no me lo arrebatarán nunca.
Estoy llegando al final de la Muestra de estos pintores, de los
cuales dijo Juan Genovés, que también es valenciano:
“Su pintura es Historia, pero está viva, se
sostiene”
Y más adelante proclamó: “Si
Nueva York tiene a Andy Warhol, Valencia tiene su colectivo artístico de
pop-art con el Equipo Crónica”.
Y a mi final, después de todos los avisos que poco a poco me fue
dando mi “coco”, el punto concluyente fue la
mañana que me levanté y no sabía vestirme, ni comer, ni barrer, ni coser. No sé
por qué me dio por probar en esos detalles, cual si fuera Aracne en su atelier
de tapices ante la visita de Atenea en “Las Hilanderas”, o la Ratita Presumida barriendo su casita!!
Jajajaja…
Las puertas y paredes se estrechaban a mi paso, el brazo derecho se me
quedaba tras los objetos sin formar parte de mí, y yo deambulaba como alma en
pena, por lo que mi ingreso en Urgencias fue inminente y con un tratamiento
intenso orientado a los dos tumores cerebrales.
Mientras tanto aquí , ahora, me he apalancado en un encuadre donde
contemplo varias Series a la vez y me temo que solo me moveré cuando nos echen
por ser la hora de cierre.
Antes era incapaz de estar un rato seguido sentada, como si los
asientos fueran de alfileres, pero ahora podría pasar horas y horas con la
mirada en el infinito, pero eso sí, con mi cabeza maquinando a toda velocidad.
Tengo aun tantas cosas que hacer aun!!
Me levanto todos los días
antes del amanecer para ver los colores
previos rojizos a la salida del sol y los cambios de color del mar según los reflejos que lo acaricien, los que
pueden ir del azul grisáceo al metálico intenso, pasando por toda una gama y
variedades, que yo no siendo experta en pinturas, no sabría enumerar pero sí
sentir…Hasta que una estela plateada lo sitúa ya en el horizonte de nuestros
sueños y delirios.
He ido saltando y mimetizándome con cada una de las pinturas e
incluso jugado a adivinar a qué autor pertenecían cada una de las piezas que
las componían: Léger, Mondrian, Picasso, Saura, Braque,…. y que los autores las
habían dejado aparentemente caer por descuido o pereza, aunque todo pertenece a
su
idea de mezclar en una combinación crítica y reflexiva el ayer y el hoy de sus años contemporáneos.
Pero el juego que más me
gusta es meterme en la piel de Buero Vallejo, descender a su “Tragaluz” y
observar los pies y piernas que caminan
y no desde un punto estético o erótico, aunque si se tercia…
Sino por captar la energía y libertad en el andar de las personas
que pasan, unas con botas, otras con tacones, o con zapatillas de deporte o
chanclas…. Qué más da, lo esencial es sentirse que eres independiente, que haces con tu tiempo lo que tú decides sin echar mano de
nadie…. Como yo también cuando me sentía la hija del viento.
¡Hija del viento!! Qué bonito me ha quedado…Eh!!
Termino dando una vuelta por todo el recinto, avisan de que es la
hora de dar fin, y yo ya llevo muchos datos
memorizados en una síntesis dentro del Programa y esencialmente los guardados en mi retina.
Me despido de Rafael y
Manolo, el Equipo Crónica y nuestros Andy
Warhol españoles. Siento como si entre nosotros se hubiera trenzado una
serie de complicidades y una corriente
de afectos donde hay mucha enjundia vital, teniendo la percepción de que a partir de ahora
ninguno será indiferente al otro.
Y que caminaremos juntos
tejiendo dueños y esperanzas.
Al
ir saliendo, verifico desde una ventana el color verde intenso de los
árboles, el calor y bochorno que
amodorra la piel de los caminantes por
las calles inundadas del viento poniente, pero yo tengo siempre el cuerpo frío
con varias capas arropándolo, por lo que
no notaré demasiado este cambio repentino de temperatura.
Me voy con la sensación de que al
contemplar sus cuadros, se ha
producido en el interior de mi
cerebro una frescura y a la vez unos estallidos de luz, semejantes al sol intenso de la infancia.
Y me marcho asimismo, evocando para estos herederos del Mare
Nostrum, de nuestro azul y luminoso Mediterráneo, el famoso saludo marinero:
“VIENTO LARGO,
MAR
CALMA
Y ESTRELLA CLARA”
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