
Mi
infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero…
Su vida, como nuestra ruta, atraviesa España de Sur a Norte
en numerosos traslados, a los 8 años por sus padres a Madrid donde estudia en
la Institución Libre de Enseñanza y más tarde por su propio trabajo como profesor de
Lengua Francesa en diferentes
institutos.
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Palacio de Dueñas |
En 1907 publica Soledades,
Galerías y Otros poemas y gana las oposiciones al puesto de catedrático de
francés, eligiendo la vacante del instituto de Soria.
Así que tras Sevilla y su luz refulgente nos vamos hasta
Soria para pasear por sus calles y vivir desde dentro las huellas de Machado en
esa ciudad. Recuerdo imborrable para los sorianos aunque también alardean de
otros poetas, como Bécquer y Gerardo Diego con grandes murales de los tres en
una de sus calles más transitadas.
En esta ciudad de provincias, me imagino que más cerrada que ahora debido a
los momentos históricos, vive en una pensión, hecho muy típico en esa época
donde no era moda vivir en pisos, y que aún conserva una placa en su honor aunque
haya cambiado la faz del edificio.
Allí conoce a Leonor Izquierdo, hija de
la dueña, casándose con ella siendo esta
casi una niña, 15 años, en la iglesia de Santa María la Mayor.
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Santa María La Mayor |
¿No
ves Leonor los álamos del río
Con
sus ramajes yertos?
Mira
el Moncayo azul y blanco
Dame
tu mano y paseemos.
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He
vuelto a ver los álamos dorados,
del
Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras
las murallas viejas de Soria,
Álamos
de las márgenes del Duero
conmigo
vais, mi corazón os lleva.
Es un paseo por los
paisajes machadianos, con los álamos a ambas riberas y la curva de la ballesta
que dibuja el río Duero al pasar por la ermita.
Da clases de Francés
en el Instituto que hoy lleva su nombre, donde aún se conserva el aula en la
que él impartía sus enseñanzas.En 1911 viajan a París al conseguir una beca
para ampliar sus estudios, aunque al enfermar de tuberculosis Leonor son
ayudados económicamente por Rubén Darío, y vuelven a Soria, muriendo al año
siguiente en 1912, lo que sume a Machado en una gran depresión.
Seguimos nuestro camino hacia el Espino, cementerio donde está
la tumba de Leonor en la que pueden leerse los siguientes versos escritos por
Machado:
Mi
niña quedó tranquila,
dolido
mi corazón.
¡Ay,
lo que la muerte ha roto
era
un hilo entre los dos!
A las puertas de este cementerio se encuentra también el Olmo
Seco que el poeta inmortalizó en “Campos de Castilla”
Al
olmo seco, hendido por el rayo
Y
en su mitad podrido,
Con
las lluvias de abril y el sol de mayo
Algunas
hojas verdes le han salido.
“A un olmo seco” es la expresión de la vivencia de tristeza y
esperanza del poeta en el doloroso umbral de la muerte de Leonor, terminando con
estos versos:
Mi
corazón espera
también
hacia la luz y hacia la vida,
otro
milagro de la primavera.
¿Y por qué no llegarnos hasta la Laguna Negra, escenario del
romance de Alvar González?
No teniendo nada que lo
ate a Soria, solo los recuerdos constantes y el gran dolor que le acompañará
toda su vida, solicita su traslado a Baeza (Jaén), donde vivirá con su madre
dedicado a la enseñanza y al estudio durante siete años, hasta 1919.
Como su corazón es ya
soriano, le hace una petición a su amigo José Mª Palacio para que no
descuide la tumba de Leonor, en un poema–carta dirigido a él:
¿Está
la primavera
vistiendo
ya las ramas de los chopos
del
río y los caminos? En la estepa
del
alto Duero, la primavera tarda,
¡pero
es tan bella y dulce cuando llega!...
Con
los primeros lirios
y
las primeras rosas de las huertas,
en
una tarde azul, sube el Espino,
al
alto Espino donde está su tierra…

¡Campo
de Baeza,
soñaré
contigo
cuando
no te vea!
En ella se puede visitar el
aula-museo donde enseñaba Francés en el Instituto de la Santísima Trinidad, el
hotel Comercio donde se instaló nada más llegar, la vivienda frente al
Ayuntamiento donde residió hasta su traslado a Segovia, el antiguo casino de
artesanos donde compartió velada con un joven estudiante llamado Federico
García Lorca, o seguir sus paseos habituales.
Gran amante
de la naturaleza, una de sus aficiones era recorrer a pie el camino entre Baeza
y la vecina Úbeda:
“Caminos
de la tarde,/
¡ay,
ya no puedo caminar con ella¡”
Todavía se mantiene el
paraje natural de encinas donde solía descansar.
Otro de sus paseos preferidos era el de la antigua muralla, donde disfrutaba del hermosos paisaje y el mar de olivos del Guadalquivir y las sierras de Cazorla y Magina:
Otro de sus paseos preferidos era el de la antigua muralla, donde disfrutaba del hermosos paisaje y el mar de olivos del Guadalquivir y las sierras de Cazorla y Magina:
“Tiene
Cazorla nieve,
/
y Magina, tormenta”.
Se conservan carteles de los homenajes que
la ciudad le rindió a Machado, como el que se frustró en febrero de 1966, cuyo
autor fue Joan Miró, o el que se le tributó posteriormente a iniciativa de las
autoridades locales.

En 1927 es votado miembro de número de la Real Academia de la Lengua Española, aunque nunca llegó a entrar.
Aquí conoce a “Guiomar” (Pilar de
Valderrama) con la que inicia una relación amorosa platónica que ella no quería
reconocer por estar casada y que no creo que le condujera a nada salvo a paliar
algunas tardes de su soledad. La lectura
de las cartas escritas por ella son totalmente subjetivas, ramplonas y llenas de cortapisas a los verdaderos
valores de él.
En 1931 entra en el nuevo Instituto Calderón de la Barca,
recién creado por la República en Madrid. Regresa a la capital de España como
cuando se instaló con su familia, pero ahora solo, más triste y con un panorama
político poco propicio para soñar.


¿Por ejemplo este verano?
Y esta ruta segunda es la que vamos a describir ahora. Pero
antes surge una pregunta ¿cómo llegó hasta allí a Machado?
¿Qué pasó?
¿Cuál fue su itinerario?
En julio de 1936 estalla la Guerra Civil
tras la sublevación del general Franco y otros militares contra el Gobierno
legítimo de la II República. En noviembre, la capital es sitiada por las tropas
rebeldes y las autoridades republicanas deciden evacuar Madrid trasladando el
Gobierno a Valencia.
“Valencia de finas torres y suaves
noches,
Valencia, ¿estaré contigo cuando
mirarte no pueda,
donde crece la arena del campo
y se aleja la mar violeta?”…
Allí, en la
capital del Turia, estará un breve tiempo en el hotel Palace (c/ La Paz nº 27).
Posteriormente pasó a un palacete de Rocafort llamado “Villa Amparo” flanqueado
por un largo muro de grafitis que lo separa de la acequia de Moncada y donde todavía
está inscrito parte del comentario que Machado hizo al poeta alicantino Pla y
Beltrán.
“Esto es como un poco de paraíso. Sobre
las huertas flamean todos los verdes, todos los amarillos, todos los rojos, el
agua de estas venas surca graciosamente y abastece el cuerpo de esta tierra”.
Luego exclamó:
“¡Cuánto ha debido
laborar el hombre para conseguir esto!”.
Al lado se ve un dibujo de Ramón Gaya para la revista Hora de España, donde supuestamente pasa
el poeta por un pontón sobre la acequia.
En 1938,
siempre huyendo de las tropas franquistas, pasa a Barcelona donde vive en el
hotel Majestic primero, y luego en una residencia señorial abandonada.
Participó en actividades públicas de apoyo a la causa republicana y sus
escritos difunden lucidez y adhesión incondicional.
Y así, fiel a su compromiso como siempre,
junto a miles de españoles abandona España, al lado de su madre, por la frontera de La Junquera en enero de
1939. Las condiciones en que se encuentran ambos son verdaderamente lastimosas
y deplorables: andando entre barrizales, pasmados de frío en pleno invierno y
acuciados por los bombardeos de los aviones del ejército franquista.
Sorprende muchísimo el que desde este lugar
hasta la frontera y a lo largo de todo el camino haya situados paneles con
fotografías y textos escritos recordando a los republicanos españoles que
salieron al exilio por esos lugares de la frontera, hecho que en el resto de
España se desconoce.
El Memorial, cuyo autor es Dani Karavan, un
escultor de nacionalidad israelí, es un
túnel de acero corten, un túnel que atraviesa la montaña llegando hasta cerca
del mar, ligero, profundo, más allá de la mirada.
Y seguimos hacia la frontera pero ya hemos
constatado la cantidad de paneles que jalonan los laterales de la carretera y
que también encontraremos en el lado francés. Se trata de hitos verticales a
modo de recuerdo, menhires hacia el cielo, lugares de memoria que nos recuerdan
mediante fotografías y textos, la miseria, la soledad y el miedo de todos los
republicanos que tuvieron que abandonar España al final de la Guerra Civil.
Carmen García Royo y J. Serafín Aldecoa
Y por fin, arribamos a Colliure, un pueblo
que vería Machado pero que no se parecería en nada a la ciudad en que se ha
convertido en la actualidad. José, su hermano que también va con él al exilio
junto a su madre, nos cuenta que tras una noche en Cerberè, caminan desde la
estación de Colliure al pueblo y por la ancha calle que lo cruzaba y que terminaba
en el mar, llegan a la plaza principal donde ante un pequeño arroyo se levanta
el coqueto hotel Bougnol-Quintana en el que se alojaron, encontrándose con una
dueña solidaria y con deseos de
ayudarles.
Estas notas fueron escritas por José Machado en Chile en 1940
sobre las últimas soledades del poeta:
“No podía sobrevivir a la pérdida de España. Tampoco sobreponerse a la angustia del destierro. Este fue el estado de su espíritu el tiempo que aún vivió en Colliure".
Sin embargo, unos días antes de su muerte, me dijo ante el espejo, mientras trataba en vano de arreglar sus desordenados cabellos:
“Vamos a ver el mar”.
Sin embargo, unos días antes de su muerte, me dijo ante el espejo, mientras trataba en vano de arreglar sus desordenados cabellos:
“Vamos a ver el mar”.
Esta
fue su primera y última salida. Nos encaminamos a la playa. Allí nos
sentamos en una de las barcas que reposaban sobre la arena. El sol de mediodía
no daba casi calor. Era en ese momento único, en que se diría que el cuerpo
entierra su sombra bajo los pies.”
Al cabo de un
largo rato, señalando una de las humildes casitas de pescadores, le dijo a su
hermano:
“¿Quién
pudiera vivir tras una de esas ventanas,
libre
ya de toda preocupación”.
Después se levantó trabajosamente y en silencio, regresaron al
hotel.”
Dice su hermano José en estos escritos que desde París se
comunicó el llevar a cabo el entierro en la capital de Francia, pero que
conociendo a Antonio, preferiría el pueblo que lo había acogido.
Y añade, que al
entierro acudió todo el pueblo, con su alcalde a la cabeza, “pero lo más
emocionante fue que seis milicianos, envolviendo el féretro con la bandera de
la República española, lo llevaron en hombros hasta el cementerio para dar los
últimos honores al hombre de letras”.
“Estos
días azules y este sol de la infancia”.
Cuando
visitamos el cementerio, vemos que este se encuentra integrado ya en el casco
urbano de la ciudad. Justo a la entrada se encuentra la tumba, que no es la de
origen porque en un principio la dueña del hotelito del pueblo les cedió la
suya para enterrarlo, debido a que ellos no podían pagarse una, pero luego la
Asociación que cuida y mima todo lo relacionado con el poeta y que lleva su
nombre, le preparó una tumba en tierra, sobria y sencilla y por ello rebosante de dignidad, siempre llena de frases, poemas,
recuerdos, banderas republicanas, textos de homenajes de institutos españoles,
de grupos de amigos y de personas que tienen a Machado como un referente.
Por ejemplo en
1959, XX aniversario de su muerte se vivió allí uno de los hitos promocionales
más importantes de aquella generación de autores, hoy clásicos: Blas de Otero,
J. Agustín Goytisolo, Ángel González, J. Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma,
Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald, el único vivo
de aquel encuentro y que recuerda la figura de Machado con estas palabras:
“Se convirtió para
todos nosotros en el paradigma de una filosofía social y un enfoque crítico de
la cultura que coincidía con el programa poético que entonces se intentaba
movilizar. Sus actitudes humanas y políticas, su figura intachable de defensor
de la República, supuso un punto de referencia ideológica tan oportuno como
integrador”.
Habría que
aclarar que de tanto oír su nombre, sus poesías de la época soriana y las
cartas de la tal Guiomar, mucha gente ni lo ha descubierto ni ha valorado su
lucha por la libertad, su ideología de defensa de la democracia y toda su
trayectoria durante la II República.
¡Por fin estoy aquí!
Y evocar la soledad de ese final trágico junto a su madre,
enferma y enterrada a los tres días junto a él en la tierra que los adoptó,
sentarse y leer un poema, e incluso dejar un mensaje en un buzón discreto que
hay a un lado de la tumba, como bagaje sentimental de los miles de peregrinos
machadianos que por ahí pasan todos los
días.
Desearías estar rato y rato, no querer irte
¡Has peleado tanto y tanto por llegar hasta aquí¡
Y
cuando llegue el día del último viaje,
Y
esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me
encontraréis ligero de equipaje,
Casi
desnudo, como los hijos del mar.
Luego quieres relajar tu mente frente al mar desde el
magnífico castillo, esa mar que el también contempló sabiendo cercana la
muerte, despejándote para asumir esa transición y proseguir la ruta más allá de
Machado, pues ya que estás ahí, se puede seguir, seguir… haciendo caso al
poeta:
“Caminante
no hay camino,
se
hace camino al andar”
Se cree que por los Pirineos orientales pasaron más de 350 000
personas exiliadas de todas las edades, de ellos 100 000 fueron “acogidas” en
este campo de concentración, que no era más que una playa peinada por el viento
frío del invierno, cercada por alambradas, sin barracones ni letrinas. Cuentan
que hacía tanto frío en Argelès que los prisioneros se arrebujaban unos a otros
tapándose con la arena de la playa para que el frío del mar no hiciera escarcha
con el frío del alma.
Hoy día un mojón recuerda a aquellos españoles que sufrieron
la pobreza, la miseria y la falta de libertad en aquella cárcel, por la
siniestra acogida de la “grandeur de la France”.
En medio de esta tragedia y de esta desolación, también hay
ejemplos que nos hacen creer en la solidaridad de los seres humanos, como es el
caso de la maestra suiza Elisabeth Eidenbenz que en las afueras del pueblo de Elna
compró un caserón modernista para organizar una maternidad y así acoger a las
mujeres españolas refugiadas donde nacieron y fueron atendidos más de 600 niños
de las madres embarazadas de Argelés.
Y ya va siendo hora de volver al terruño, pero regresamos por
Pau y Oloron, hacia los Pirineos
occidentales y a nuestro paso seguimos encontrando parques, museos, evocaciones
de nuestros españoles en el exilio lo que lleva a plantearnos ¿por qué en
España no?
Y todavía con
la añoranza de Colliure en nuestro interior, recordamos esos versos que
habíamos ido a descubrir y que ya forma parte de nuestro devenir:
Ligero
de equipaje…
Aquellos
días azules…
Nota.- Murió Antonio Machado rodeado del mayor exilio
interior. Y falleció cuando había una luz de esperanza que el poeta nunca
percibió: Al día siguiente de ser enterrado, una carta procedente de la
Universidad de Cambridge llegó. El viejo
templo de la sabiduría inglesa ofrecía a Machado un puesto en su Rectorado.
Esperamos que a pesar de lo extensa de la Ruta Machadiana
hayáis disfrutado, os animéis a realizarla y a continuarla, si queréis, con más
datos y vivencias.
Carmen García y
J. Serafín Aldecoa
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