Y un Rayo de esperanza
Por todos los hospitales por los
que he pasado debido al cáncer, incluidos los de Pamplona, ya hace más de
veinte años de aquello en esas tierras, nunca he encontrado una sección de
Terapia y Apoyo Psicológico para el enfermo y para sus familiares, tema que me
chocaba y que echaba de menos.
Los
padres de los niños de oncología de la Clínica Universitaria de Pamplona,
cuando los profes nos quedábamos con ellos, sí que podían ir a hablar a un
despacho pero no constaba como tal servicio. No obstante, en estos años se ha
avanzado en tomar conciencia de la necesidad de respaldar, especialmente la faceta de “cuidar al cuidador” para tengan
el ánimo alto y la esperanza a flor de piel.
En
Valencia, una gran amiga mía de Teruel, psicóloga, ya me habló hace tiempo de
una Fundación que hacía no solo voluntariado para estos casos de enfermedad,
sino que también realizaba todo tipo de actividades como conferencias,
cine-forum, charlas, simposios…
Entre
mi hija y mi querida cuñada se dedicaron a buscar algún sitio que nos sirviera
a nosotros para relajarnos y desconectar a raticos de esta situación. En ambos
casos coincidieron en la misma: la Fundación Víctor Frankl.
Víktor
E. Frankl (1905-1997) es uno de los referentes más destacados de la psicología
del siglo XX. Doctorado en Filosofía y Medicina por la Universidad de Viena,
fundó la logoterapia, denominada la “tercera escuela vienesa de psicoterapia”.
En
1942, en pleno apogeo del régimen nazi, él y su familia fueron hechos
prisioneros e internados en campos de concentración. Fue precisamente esta
experiencia la que le llevaría a desarrollar su teoría psicológica basada en el
existencialismo. Tras sobrevivir al Holocausto, fue profesor de Neurología y
Psiquiatría en la Universidad de Viena y obtuvo la cátedra de Logoterapia en la
Universidad Internacional de San Diego, California. Fue por todo el mundo
difundiendo sus ideas, pronunciando conferencias y obteniendo diferentes
galardones, premios y honoris causa.
Escribió
numerosos libros de los que el más conocido es el primero: “El hombre en busca de sentido” donde nos relata su experiencia en
el campo de concentración que es realmente una lección existencial y no un
libro al uso sobre nazis y judíos.
Durante
todos esos años de sufrimiento, sintió en su propio ser lo que significaba una
existencia desnuda, absolutamente desprovista de todo, salvo la existencia
misma. Él, que todo lo había perdido, que padeció hambre, frío y brutalidades,
que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a
todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad
humana son indestructibles. En su condición de psiquiatra y prisionero, Frankl
reflexiona con palabras de sorprendente esperanza sobre la capacidad humana de
trascender las dificultades,y descubrir una verdad profunda que nos orienta y
da sentido a nuestras vidas.
La
logoterapia, método psicoterapéutico creado por el propio Frankl, se centra
precisamente en el sentido de la existencia y en la búsqueda de ese sentido por
parte de la persona, que asume la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás
y ante la vida. ¿Qué espera la vida de nosotros?
Pues
inspirándose en el ejemplo y en las ideas de V. Frankl, esta Fundación
valenciana, integrada por voluntarios, todos, de profesiones diferentes:
médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeros, administrativos… trabaja
con personas que se encuentran en situaciones difíciles por enfermedad,
principalmente por cáncer, aunque también tienen un grupo de Fibromialgia.
Su función es la de orientar, ayudar, llevar a
cabo una serie de actividades como talleres, entrevistas, cursos, Seminarios… peo la esencial es escuchar y acompañar a los pacientes y a sus familiares en
el duelo tras un suceso grave,
pasando del sufrimiento a la aceptación y a la serenidad.
Nosotros
acudimos los cuatro miembros de la familia a la primera sesión. Por un lado, mi
hija y marido asistieron a una terapia grupal con otras personas que se
encontraban en una situación parecida y en la que participaban un oncólogo, una
psicóloga y una enfermera. En mi caso he mantenido ya dos entrevistas con una
psicóloga de forma individual y lo que he captado y pusimos en común esa noche entre los cuatro, aparte de
la amabilidad y del entusiasmo del personal voluntario con que te acogen, con
una actitud tan positiva y cercana, es
que la mayoría de las personas que acuden a la terapia, se encontraban en la
primera fase de la enfermedad y yo ya tengo un amplio “curriculum” anterior y
me encuentro casi en la final, en la que la posibilidad de la muerte existe a más
corto o largo plazo. Por lo que hay que contemplarla como algo natural y
trascendente pero no de forma obsesiva porque si hay vida, hay muerte, y
viceversa.
Lo
mejor es la dignidad en el vivir y en el morir y si es posible, con una
sonrisa.
Yo
no tengo miedo a la muerte, tampoco a luchar por la vida, pero hay días que, como decía Antonio Gala:
“Son los días de la casa sosegada en que uno
lleva luto por sí mismo; en que uno, que era su mejor soporte, gira como el
moribundo la cara hacia el muro, y se niega a seguir fingiendo ser el buen
enfermo o el buen samaritano. Son los días en que uno recita el hermoso canto
de viaje:
“He recorrido las pendientes que
suben y bajan,
resistí y me fatigué en los días del pasado,
lo deseé todo y me he despedido ya de la
esperanza,
viví y amé, y ahora he cerrado la puerta”
Son
días que transcurren en la oscuridad porque no ha amanecido y tampoco es
probable que amanezca
Un
método que recomiendan y que aplican es el “mindfulness” basado en la
meditación personal, en la conciencia reflexiva sobre sí mismo.
Por
supuesto que las actividades de la Fundación no presentan una finalidad
lucrativa ya que se “financian” con donativos pero, sobre todo, con el dinero
obtenido por la venta de los libros cuya autoría corresponde a Víctor F. Frankl
y también a algunos de sus seguidores,
junto a las cuotas que pagan aquellos que se hacen socios o amigos.
Hay
que reconocer la labor de estas personas de la Fundación que ceden
gratuitamente su tiempo para paliar y aliviar la soledad en el dolor y en la tristeza de otras personas,
que sufren una angustia vital tras
escuchar la palabra cáncer.
Normalmente
cuando escribo lo hago de una tirada porque llevo varios días “rumiándolo” y
organizándome la estructura del “post” en la cabeza, pero en esta ocasión me
había detenido aquí, en este punto.
¿Por
qué? Porque ante un puente tan grande me dije: “Pues yo también quiero cambiar
de aires y qué mejor que venirme a mi hotel preferido y casa de reposo, el Hospital
9 de Octubre y aquí sigo ingresada en este momento, haciéndome numerosas
pruebas, con chutes altos de corticoides y “banquetes vampíricos” y con el
objetivo de rebajar la elevada anemia que arrastraba ya antes de ingresar en el hospital y poder seguir con la
quimioterapia.
Mientras
que el oro rojo entraba por mis
venas, pensaba en cuántas personas habían contribuido a ello, unos de forma
altruista, otros posiblemente por motivos económicos, pero gracias a estas
donaciones se nos salva de la inanición.
No
quiero hacer propaganda de los donantes, pero está muy bien que cada vez se vea
con mayor claridad la realización de estas donaciones, especialmente en el caso
de los órganos que permiten que otras personas vivan. Entiendo a las familias
que no quieren y también a las que aceptan que otros vivan gracias a que sus
hijos, maridos o hermanos no pueden. Yo, desafortunadamente, no podré donar ni
las pestañas. Ojalá que pudiera dar todos mis órganos porque eso implicaría que
estoy sana y “camanduleando” por la vida que es algo de lo que más me ha
gustado. En estos “duermevelas” que se producen en los hospitales se sueña
pero estos sueños, como ocurre siempre, se olvidan a la mañana siguiente, pero
el que tuve hace un par de días no se me olvidó y se me quedó grabado en la
memoria. En el fondo me pareció maravillosa la vivencia soñada.
Se
trataba de una especie de instalación artística, no sé si una mezcla de
exposiciones que he visto o inventadas por mi subconsciente. Se encontraba en
una sala blanca, grande, rectangular y desde una esquina iban saliendo cubos
que se alargaban conforme se acercaban hacia mí. Ahí podía distinguir caras de
familiares y amigos que me decían frases o me hacían gestos llenos de
complicidad y que yo comprendía, aunque a veces si eran hablados, se oían como
un eco lejano o una voz distorsionada, como estas:
-
Querida Carmen…
-
Guerrera de la luz
-
Tú puedes…
-
Mami, te quiero
-
¡Maña!
-
¿Qué tal, mamá?
-
Cuídate…
-
UFA
-
Compañera del alma…
-
Amiga mía… y muchísimas más…
Se acercaban y se alejaban rápidamente
era una comunicación directa y sincera, pero… SORPRESA:
Al
final de todas ellas, se vislumbraba a dos personas juntas y eran…
ERAN…
mis padres, pero ellos no llegaron hasta mí sino que se
alejaron un poco. Yo creo que no querían que ocurriera como en la “Conversaciones
con Bacon” que yo deseaba que me cogieran de la mano, pero ellos me soltaban,
preferían que estuviera aquí. En esta ocasión me hacían gestos de saludo, me
lanzaban besos al aire y si yo intentaba acercarme a ellos, se alejaban.
¡Cuánto los echo de menos!
Aun ahora si tengo algún problema, siempre me imagino que
me refugio en su casa como cuando era joven.
De repente, todo desapareció y me quedé en la
penumbra hasta que desvié la mirada hacia la ventana y por las cortinas, aunque
era de noche, vislumbré un rayo de luz,
un rayo de esperanza para iluminar, como diría San Juan de la Cruz, la noche oscura del alma.
Después de todo esto, ya que puedo escribir, qué puedo decir…
Pues que me parece bien que personajes
famosos como Pau Donés o Bimba Bosé hablen del cáncer para que las personas lo
vean como algo natural y que no es que afecte según el sexo, dinero o clase
social, sino que nos puede tocar a cualquiera. Pero es que estas personas,
entre las que me incluyo yo, tienen tantos recursos y apoyos que da vergüenza
el que haya tantos otros que carezcan de ellos. A veces, no tienen ni con quien
dejar a los hijos para ir a los tratamientos. En estos casos se trata de una desprotección social y esto es una
reflexión personal al respecto igual que la eutanasia o el derecho a morir
con dignidad.
Te dicen, hay que llevar la vida normalizada, la de siempre. Y
yo lo intento día a día también. En el
escrito “Alas de la vida” de Carlos Cristos y llevada al cine por Antonio
Canet, se recrean los últimos días de este médico que sabía que iba a morir
pero mantenía su rutina habitual. Dicen que los corticoides empeoran el genio y
sin embargo, a mí me producen ternura y para nada, rabia o hartazgo porque ante
esta situación, reflexiono siempre y me digo: “Peor sería que les ocurriera a
mis hijos”.
De igual forma, nos ayuda pensar que si
te curas, la vida te da una prórroga y hay que saber aprovecharla. A mí me ha
dado hasta ahora cuatro y yo misma doy fe de que las he disfrutado aunque
existan momentos tristes hay que estar siempre a favor de la vida, hay que
vivirla.
“Si
no se puede cambiar una situación que produce sufrimiento, lo que sí se puede escoger es la propia
actitud” Viktor E.Frankl
Sin olvidar que…
Siempre,
siempre,
Más
allá, hay un rayo de esperanza
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