lunes, 13 de marzo de 2017

Las mujeres también tejen la historia con hilos de color violeta II

 “El Baile” de Irene Némirowsky
A pesar de estar en los días del 8 de marzo con campañas de concienciación, más parece el día 25 de noviembre, ya que siguen bombardeándonos con noticias de muertes y maltrato a las mujeres como si fuéramos muñecas de trapo. ¿Por qué?

Continúo con los libros que me he propuesto comentar pero con la mirada puesta en el exterior, en lo que les ocurre a otras mujeres y compañeras sufrientes.

“El baile” es uno de esos ejemplares que nada más verlo piensas que es accesible fácilmente, pues presenta letra grande y apenas un centenar de páginas, de tal forma que sin darte cuenta ya estás metida de lleno en él. Pero conforme lo vas leyendo, sientes que presenta más “enjundia” y profundidad de lo que parece.
En este caso concreto, una familia, los Kampf, descendientes de judíos y por supuesto trabajadores en la Bolsa de Nueva York, llegan a amasar una gran fortuna pudiendo disponer de todo aquello que una persona puede comprar con dinero, menos el reconocimiento social porque además viven en una zona super-lujosa donde quieren codearse con los más poderosos de la ciudad. Para ello preparan una fiesta en su casa con más de 200 invitados sin contar con su hija Antoinette de 14 años, a la que no dejan asistir al evento de ninguna manera.
Esta, por primera vez, piensa que tiene que vencer el miedo materno sobre todo, por un lado y, el paterno y enfrentarse a ellos; si no directamente, urdiendo una venganza que lleva a cabo, confiando que les pueda servir como punto de inflexión y lleguen a alcanzar otra mirada sobre los horizontes de la vida.
Al final de esa inolvidable noche, Antoinette fue consciente de que jamás había contemplado aquella mirada fría, de mujer enemiga en su madre, mientras sus ojos saltaban entre el crepúsculo de la tarde con aquellos árboles desnudos y el cielo blanco como una perla.
Irene Némirowsky, la autora, es como una cirujana que va diseccionando todos los entresijos de la personalidad de una adolescente con las mejillas arreboladas por la edad, y que solamente quiere ser feliz, independiente de sus padres, o quiere morir a pesar de ellos; padres que se apasionan por ser algo más que ricos entre condesas, marqueses y “gente”, según ellos, de buen vivir.
Roxine, la madre, la dactilógrafa del diseño, es egocéntrica y narcisista y no prodiga demasiado cariño a su hija, más bien le molesta. Junto a su marido Alfred salieron de Francia para salvar sus vidas cuando fue invadida por los alemanes, buscando tan solo un refugio para sobrevivir.

Antoinette es, a sus 15 años, incapaz de gestionar la situación con su madre, contempla el universo oscurecido, desdibujado entre sus dedos como el agua que no volverá. El viento sopla frío y húmedo debido a la lluvia, empañado de sus propias lágrimas.

Y es en este punto donde El Baile” y la vida real de Irene Némirowsky se entrelazan. Irene (Kiev, 1903- Auschwitz, 1942) huyó con su familia tras la Revolución Rusa y se establecieron en París. Se licenció en la Sorbona y empezó un brillante camino como escritora pero con el estigma de la estrella amarilla judía en sus ropas, fue deportada, al igual que su marido, a Auschwitz donde murieron.
Sus hijas, sin saberlo, guardaron un manuscrito que salió a la luz en 2004, la obra llevaba por título “Suite francesa” y fue desde este momento cuando se volvió a hablar de ella y de su joya literaria.

“El baile”, según algunos autores, presenta un valor profético, previo al crack de la bolsa de Nueva York en 1929 y al ascenso del nazismo, desastre que tanto le afectaría a ella y a su familia y que, aun pareciendo que no pasaba nada, se produjo la gran masacre de la población judía europea.

Incluyo a esta autora en “Las mujeres también tejemos la Historia pero con hilos de color violeta” por ser una mujer que durante años pasó inadvertida y olvidada por la Historia y la crítica literaria, al igual que les ocurrió a otras mujeres en otros campos de la ciencia, pintura, música…
Y porque murió en un campo de concentración junto a miles de mujeres a las que les robaron su juventud y humillaron hasta límites infinitos, víctimas de un régimen de terror y exterminio.
Sirva este texto como homenaje a ella y a todas las demás mujeres que compartieron celda y miserias con Irene. Grandes miserias porque aún hoy en día visitar los campos de concentración supone echarle moral y saber que en días posteriores no podrás dormir pensando en todos los retazos de vida que hay expuestos: zapatos, gafas, poemas, dientes, mechones de pelo… y si además pasas por las cámaras de gas, hornos crematorios… unidos a la frase irónica que aparece en la puerta, “El trabajo te hará libre”, te dan ganas de vomitar, por lo difícil que te resulta el que nadie hiciera nada ante estas gestas de odio y racismo..
Mientras las mujeres estén ocultas, no existen. Tenemos que hacerlas perceptibles, que sean visibles y contar con su valía y poder. Cada una de las que vamos nombrando son grandes luchadoras, ahí donde les ha tocado vivir y pelear.

Yo no tengo soledad.
Es la noche desamparo
de las sierras hasta el mar
Pero yo, la que te mece.
¡Yo no tengo soledad!
En el cielo desamparo
si la luna cae al mar
Mi sangre irriga todo mi cuerpo,
Nacieron así las ideas,
Los sueños, el instinto, todo a golpes de amor,
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas, por las mil y
Una cosas que hacen las mujeres
todos los días
y bendigo mi Sexo.
(Antología de “Poemas sobre mujeres silenciadas 
por el machismo y escritos por mujeres del siglo XX”. Editorial Visor)

1 comentario:

  1. Lo que más me impresiona de este libro es la no-relación de la madre con la hija. No puedo imaginarme una relación así. Y por otra parte que venganza tan cruel y refinada la de la hija. Sabe donde le va doler más a su madre...

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