C.- Estoy cansada.
Mi disfraz de la noche de los muertos me pesa demasiado.
He perdido la noción del tiempo.
Pero mira, siempre actúo igual. Mientras mi cuerpo está cerrado y anclado, mi cabeza vuela por los árboles y por las montañas, corro, corro, corro y siempre con mis hijos pequeños, recuerdos de otras historias, historias similares. Ellos me han mantenido en la lucha, en el combate contra la muerte, porque yo quería vivir, tenía que verlos crecer, madurar, soñar, ser felices, e incluso ser abuela.
Y esta palabra da respeto ¡eh! Claro que todo consiste en llevarla con elegancia. No te rías, no, que te oigo….
Teníamos que ser una familia ocurriera lo que ocurriera y para ello estábamos ahí los padres intentando formar un buen equipo, protegiéndolos pero con la verdad conforme crecieran.
FB.- Yo también soporté todo por el gran amor de mi vida, aunque tuve otros muchos amantes, pero John Edwards, mi heredero universal, era algo distinto ¡Fue mi vida!
C.- Aunque no te lo pienses, a pesar de haberme refugiado en mis sueños cuando la nada me arroba, he estado contigo escuchándote, te he comprendido más de lo que puedas imaginar... Yo esta noche he crecido porque maduramos y avanzamos, somos lo que somos, en parte por los encuentros que hemos tenido y hoy contigo me he sentido mimada y acunada entre las suaves olas de los dos mares.
FB.- Voy a levar anclas cuando te vayas, desencallaré y seguiré mi camino, pero esta noche habrá sido una de las más humanas vividas, junto al dolor y a la esperanza.
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